Claudia Sheinbaum ha desmentido en tres ocasiones, en un corto lapso de un mes, que su Gobierno contemple una reforma fiscal. La última vez fue esta misma semana, durante una conferencia matutina en la que la Administración Tributaria (SAT) presentó sus resultados. El aumento en la recaudación al cierre del año permitió a la presidenta mostrar con orgullo estos logros y reafirmar su postura de no considerar la posibilidad de incrementar los impuestos. “Se ha planteado la idea de que ‘hay que realizar una reforma fiscal’, pero aún existe la oportunidad de aumentar los ingresos”, comentó este jueves. La reforma tributaria se erige como el elefante en la habitación, una herencia de Andrés Manuel López Obrador. A pesar de que ambos gobiernos mexicanos son de los más progresistas y con mayor legitimidad electoral desde la apertura democrática, no se atreven a activar una palanca que muchos, desde el FMI hasta la comunidad académica, consideran crucial para transformar las bases económicas y abordar la desigualdad y la pobreza en uno de los países con una de las recaudaciones más bajas de la región.
La negativa de López Obrador le costó su primera crisis de gobierno, con la salida a los pocos meses de su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa. De momento, Sheinbaum parece tener alineado a su zar económico, Rogelio Ramírez de la O, pero a la vez cuenta con más presión. Las previsiones de crecimiento dibujan un panorama de desaceleración -por debajo del 2% este año y el siguiente- que complicarán el equilibrio entre seguir abriendo el grifo del gasto público, sin renunciar incluso a nuevos programas sociales, y aliviar el peso del déficit más abultado de las últimas tres décadas.
En el Presupuesto presentado hace un mes ya quedaban claros los planes para el año que viene. Los ajustes vendrán por una mayor austeridad en el gasto corriente y un considerable tijeretazo en infraestructura, la cartera que se disparó este año para terminar las obras insignia de López Obrador. De parte de los ingresos se fía todo a unas optimistas previsiones tributarias que pasan, en línea con las medidas implementadas en el sexenio anterior, por el combate al fraude, menos trámites y digitalización de las aduanas para estimular una recaudación más eficiente. El SAT pronostica una subida del 5% de los ingresos al cierre del año y el Presupuesto del próximo fija otra subida del 3% hasta alcanzar los 5,3 billones de pesos.