Bizarrap es una máquina creativa que está transformando los charts globales con las mejores colaboraciones de la escena musical mundial. Y todavía quiere más. ¿Hasta dónde puede llegar la creatividad del DJ y productor argentino más famoso del mundo?
Cuando baja de la van privada que lo transporta y entra al estudio en el que hoy hará fotos, video y entrevista para GQ México y Latinoamérica, Bizarrap no parece Bizarrap. Va sin lentes, sin gorra, con una camiseta del Vélez Sarsfield –el equipo argentino de futbol del que es hincha– y la cabeza gacha. Con un beso saluda una a una a las personas del equipo de producción y se mete en la habitación de vestuario. Es extraño. Pero casi nadie en este estudio se dio cuenta de que Gonzalo Julián Conde, el chico con aire apocado al que acaban de saludar como si fuera uno más, es en realidad el artista, productor y DJ Bizarrap: una superestrella global de 25 años que reseteó de manera monumental la industria de la música latina y se convirtió en el argentino más escuchado en el mundo en los últimos cuatro años, y en uno de los 10 artistas más escuchados del planeta.
Son las cuatro de la tarde de un viernes soleado en Palermo Hollywood, el barrio cool de Buenos Aires, y ahora, durante el primer cambio de ropa para el shooting fotográfico, Bizarrap viste sneakers blancos, pantalón ancho, saco a rayas, polo abotonada hasta el cuello, lentes oscuros y gorra. Total look, Dolce & Gabbana. Casi. Porque los lentes son Carrera y la gorra no es una de marca de lujo, sino de New Era, con un diseño que él mismo creó con las iniciales BZRP bordadas al frente. Esa combinación de accesorios, y nunca mostrar los ojos en público, se ha convertido en su atuendo distintivo. Como Slash, con su sombrero de copa y lentes negros redondos, o Andy Warhol con sus pelucas plateadas, Bizarrap encontró su propio look icónico de artista. Su marca personal.
Unos días antes de este encuentro, lanzó en plataformas “Bzrp Music Sessions, Vol. 59”, su canción junto a Natanael Cano. El mexicano es uno de los pioneros del subgénero musical corridos tumbados, una estrella de 23 años que despegó en 2019 cuando Bad Bunny reaccionó a su canción “Soy el Diablo”. Sin avisar, el puertoriqueño publicó un video en sus redes tomando un trago y cantando el tema, lo que culminó en un encuentro entre ambos y un remix que catapultó la fama de Natanael en toda América.
“Él es alocado”, dice ahora Bizarrap sobre Natanael. “Es difícil llegar a él”. Parece que a Bizarrap le costó casi cuatro años este lanzamiento. A comienzos de 2020, cuando fue por primera vez a México a tocar a la Electric Daisy Carnival (EDC), todo el mundo le hablaba de un pibe que estaba saliendo. “El Nata, el Nata, el Nata, me decían”. Se contactó con él y a finales de 2021, se juntaron por primera vez.
“Nata empezó a tirar freestyle, metió el flow del estribillo y se fue”, recuerda Bizarrap. A partir de ahí, estuvo como un año tratando de ubicarlo pero no lo podía contactar. “Yo no entendía por qué él desaparecía”. Un año después, se juntaron en Miami para avanzar la letra. Pero tuvo que esperar todavía otro año y pico más hasta lograr terminar la sesión con Nata. “Endiamantado” –así apodaron la session– es una canción buenísima en compás de tres cuartos, con guitarra y letra explícita que menciona a narcos famosos, a Sinatra y a Gardel, y narra escenas de una vida peligrosa. “La verdad, fue largo”, dice Bizarrap. “Pero si la canción tiene que demorar tres años para salir en el momento justo, yo no tengo problema en esperar”. Dos días después del lanzamiento, la session con Natanael trepaba al puesto #10 del Top Global de Spotify.
Ese control ninja de la ansiedad y el timing para dar el zarpazo en el momento exacto son claves en la carrera de Bizarrap. “Un día me mencionaron en Twitter: che, escúchate a este pibe”, cuenta. El pibe era Quevedo, un trapero español sub 20 que venía en ascenso pero aún no había dado el golpe global. Bizarrap lo escuchó y se volvió loco. Se puso a investigar más sobre Quevedo, pero no le habló. “Quería esperar a ver qué hacía él”. Cuatro meses después, se enteró de que Quevedo grabaría en Argentina un videoclip con el rapero argentino Duki. “Ya me había imaginado todo el beat para él”, dice. Cuando Quevedo pisó el país, Bizarrap lo contactó y se juntaron. “En cinco o seis horas hicimos la canción acá en Buenos Aires”.
Un par de meses más tarde, en julio de 2022, Bizarrap lanzó “Quevedo: Bzrp Music Sessions, Vol. 52”. A los pocos días, la canción alcanzó el top 1 en el Global 200 de Billboard y en Spotify Global. Y se convirtió en su mayor hit. Hoy tiene más de mil millones y medio de reproducciones en Spotify. “La canción más grande que hice en mi vida”, dice.
Terreno fértil
Por estos días, Bizarrap está en plena preparación para continuar su tour 2024, que lo llevará a Estados Unidos, México, Puerto Rico, Italia y España. Estará en California para dar dos conciertos en Coachella Valley, uno de los festivales de música más grandes del mundo. Y el 11 de mayo llegará a Ciudad de México para presentarse en el Autódromo Hermanos Rodríguez.
Está armando una lista en la que hits como el suyo con Quevedo sonarán en modo DJ set, “porque ya son así, de fiesta electrónica”. En otros, tal vez toque en vivo los sintetizadores. “Lo voy a definir esta semana”, dice, mientras se queda unos segundos en silencio, pensativo. “Siento que en el mundo anglo todavía no pisé tan fuerte como lo tengo planeado”, suelta.
En Coachella, su nombre figura entre los artistas cabecera del cartel. Pero a pesar de sus métricas pantagruélicas, de haber ganado tres Latin Grammys, batido cuatro Récords Guinness y estar entre los 10 artistas más escuchados del mundo, Bizarrap lo ve como un desafío. “Voy a aprovechar Coachella para probarme. Quiero ver qué flashean los estadounidenses con mi música”.
Lo cierto es que Bizarrap nunca colaboró con un artista exclusivamente angloparlante. Y cree que ahí hay terreno fértil. “Todavía ninguno de nosotros lo aprovechó al 100%”, dice. No especifica nombres, pero podría referirse a artistas argentinos con métricas millonarias como Duki, Nicki Nicole, Milo J, o Tiago PZK, quienes ya impactaron en el mundo de habla hispana, pero que aún tienen banderas por plantar en Estados Unidos.
Bizarrap dice que no quiere adelantar mucho. Pero tiene un plan. “Me gustaría colaborar con músicos de distintos géneros en un nuevo proyecto que va a ser un antes y un después para mí”. Repasando su carrera, reconoce que las Bzrp Music Sessions en español que más pegaron en el mundo fueron con artistas emergentes. “Si voy a replicarlo en inglés, la primera session va a ser con alguien que esté empezando”.
Mucho rock
Hace unos siete años, cuando estaba empezando su carrera, Bizarrap todavía no era del todo DJ, productor ni compositor. En el pasado había tomado clases de piano. Y en 2012, a los 13 o 14, había descubierto el FL Studio, un software de grabación y edición de audio conocido anteriormente como Fruity Loops. Con una computadora Lenovo a la que le faltaban dos teclas y una versión demo de ese software que le impedía guardar lo que grababa, empezó a practicar en su habitación, en la casa donde vivía con sus padres en Ramos Mejía, una localidad fuera de Ciudad de Buenos Aires, a unos 20 kilómetros del centro de la capital argentina.
“Después de ir al colegio, todo el tiempo que me quedaba lo dedicaba a eso”, dice. Sus amigos se juntaban a jugar al futbol. Pero él muchas veces no iba. “Prefería quedarme haciendo música con la computadora hasta la madrugada”. Se quedaba dormido con la portatil encima. Soñaba con producir música electrónica.
Cuando iba a la escuela, él y sus amigos escuchaban música todo el día. En un momento descubrieron a Skrillex, el DJ y productor estadounidense que popularizó el dubstep. Y ahí les explotó la cabeza. “Nos volvimos todos locos”, recuerda Bizarrap. “Nos quemamos todos los temas de Skrillex”. Más tarde descubrió a Flume, el músico y productor australiano de electrónica y dance. “Sigue siendo uno de mis ídolos”, dice. Ese tipo de artistas, pibes que desde su home studio creaban tracks fascinantes de electrónica, dubstep y otros géneros que explotaban a mediados de la década pasada, lo inspiraron fuerte.
Pero también sus padres lo marcaron a fuego cuando era chico. “Mi viejo me metió mucha data musical. Él siempre descubre cosas buenas y yo le presto mucha atención”, dice. Tame Impala, Pond, Radiohead, PJ Harvey, The Offspring, The Prodigy o Tiësto son algunos artistas internacionales que le inculcaron. Además de grandes dosis de rock argentino. “Para mí el número uno es Gustavo Cerati y Soda Stereo”, dice. Esto es casi todo lo que Bizarrap revelará sobre sus padres, amigos o vínculos cercanos. En el tiempo que lleva como figura pública, nadie ha logrado sacarle mucha información clasificada sobre su vida personal, al margen de lo musical. El halo misterioso que lo rodea es grande.
En esa época, el disco duro mental de Bizarrap empezó a almacenar todo tipo de música. Al mismo tiempo que era fanático del pop sofisticado y new wave de Soda Stereo, escuchaba a Callejeros –“me sé casi toda su discografía”–, una de las bandas argentinas más populares de mediados de 2000, que tocaba un rock crudo y barrial, con letras sociales que habitaban un universo ubicado a un millón de años luz de la poesía etérea y luminosa de Cerati.
Hoy, visto desde la perspectiva de artista latino a escala mainstream que alcanzó Bizarrap, su link con el rock argentino parece difuso. Pero Gonzalo Julián Conde creció en un barrio con mucho rock. Vivía en Ramos Mejía e iba a la escuela en la localidad vecina de Haedo, que junto a las aledañas Hurlingham, Palomar, Morón, Castelar e Ituzaingó, la Zona Oeste del área conurbana de Buenos Aires, conforman una especie de oasis con un pasado rockero ilustre de más de medio siglo. Bandas icónicas del rock argentino como Arco Iris –fundada por Gustavo Santaolalla–, Sumo, Divididos, Las Pelotas, Los Piojos, Los Caballeros de la Quema y hasta Árbol o Miranda!, surgieron en esos barrios. “Vengo de un lugar de mucho rock. Todos mis amigos tenían bandas en la escuela y mi adolescencia era puro rock nacional”, dice Bizarrap. El tiempo lo ubicaría más allá de los géneros musicales. En una dimensión pop de impensado impacto global.
Para muestra, lo ocurrido el año pasado, cuando Bizarrap lanzó “Bzrp Music Sessions, Vol. 53”, su colaboración con Shakira: el éxito fue tal que rompió 14 Récords Guinness.
“Yo venía pensando que estaría bueno en algún momento hacer una session con Shakira”, dice ahora Bizarrap. “Sabía que ella me conocía desde mi session con Residente porque René me contó que había hablado con Shakira y que ella sabía quién era yo”. Una vez más, Bizarrap esperó. Fue Shakira quien le escribió a él contándole que su hijo Milan le había dicho: “Mami, tienes que hacer algo con Bizarrap, es el Dios argentino”.
Se juntaron en Barcelona en agosto de 2022. Biza viajó un día antes y se instaló en el Hotel W, que tiene un estudio en los pisos inferiores. Preparó dos beats, por las dudas. “Yo sabía que uno era muy la Shakira que yo crecí escuchando en canciones como ‘Las de la Intuición’ (2005) o ‘Loba’ (2009)”, cuenta. “Fui para ese lado que me representaba a mí porque dije: si voy a hacer una colaboración con Shakira, quiero hacer algo que deje una huella por muchos años”. En los cinco meses entre la grabación y el lanzamiento, en enero de 2023, la canción evolucionó. “Hicimos mil retoques porque los dos somos perfeccionistas”, dice Bizarrap. “Hasta el día que salió, la estuvimos cambiando”.
Es por ahí
Un tiempo atrás, cuando tenía 12 o 13 años, Gonzalo Julián Conde descubrió en YouTube algo que cambiaría su vida: las batallas de rap y la movida freestyle, que estaban creciendo vertiginosamente en Argentina. Un día vio los videos de la Red Bull Batalla de los Gallos, que había vuelto en 2013 al país para la Final Nacional, y no podía creer que acá existieran tantos freestylers tremendos: Papo, Sony, Dtoke, Tata, Dan Yelpus. Era algo nuevo. Y estaba pasando en Buenos Aires, no muy lejos de su casa. Se volvió loco. Y empezó a consumir los videos de las competencias Halabalusa o El Quinto Escalón, epicentros locales del freestyle competitivo. Inmediatamente él y todos sus amigos se pusieron a rapear. En la escuela, en la calle, en una plaza, en cualquier lado. “Ahí empecé a escuchar mucho hip hop argentino y latinoamericano”.
En esa época se entusiasmó con la cruza de rap y rock que hacía El Cuarteto de Nos, la legendaria banda uruguaya. “La primera vez que los escuché me hizo clic y pensé: no hace falta que el rap sea siempre sobre un beat, vos podés rapear y tirar poesía rimada estilo rap sobre cualquier género”. Cuando vio que la onda de las batallas era tan grande y convocaba a cientos o miles de chicos, decidió cruzar la Avenida General Paz –que separa la provincia de la Ciudad– y fue hasta el barrio porteño de Caballito. Más precisamente al Parque Rivadavia, sede de El Quinto Escalón, la competencia de plaza más importante del freestyle en español. De ahí emergieron cracks como Duki, Wos y Paulo Londra. En esa época inventó Bizarrap.
“Los artistas nuevos me refrescan”, dice mientras se graba el video con GQ México y Latinoamérica. Intenta responder cómo hace para mantener su creatividad hoy, después de haber trabajado con algunos de los artistas más famosos. Bizarrap tiene su manera de descubrir talentos. “Me gusta preguntarle a la gente”, dice. “Me subo a un Uber o voy por la calle, y al no llevar la gorra y los lentes de siempre ni se dan cuenta de que soy yo, entonces me pongo a hablar de música o de lo que sea”. Así conoció al rapero español de origen marroquí con el que lanzó “Morad: Bzrp Music Sessions, Vol. 47”. “Le pregunté al chofer de un Uber en España quién era el artista que estaba de moda: el Morad, me dijo. Y me di cuenta de que era por ahí”.
Después de tantas sessions exitosas, la pregunta es: ¿cómo lo hace? “A veces me gusta ir con un beat ya preparado”, dice. “Pero creo que las mejores cosas salen ahí en el momento. Me gusta que el artista largue todas sus ideas y yo ir definiendo más o menos el camino.”
No se confundan
Allá por 2017, Gonzalo descubrió que podía usar lo que había aprendido de edición de video en la escuela para iniciar su camino y lanzar el proyecto Bizarrap. Y armó un canal de YouTube en el que subía sus edits de las batallas locales de freestyle en plan gracioso: los Combo Loco. Con eso empezó a ganar cierta notoriedad en la escena. Pero pronto viró. “Me di cuenta que disfrutaba más haciendo remixes de canciones de trap que ya existían que editando videos”. El canal empezó a alojar sus remixes, como el que hizo con “No vendo trap”, el tema de Duki, y los seguidores aumentaron. Pero pronto Bizarrap cambiaría de nuevo, dejando de lado su perfil más youtuber para reperfilarse como artista. Fue en ese momento cuando arrancó con las Bzrp Freestyle Sessions. La primera, con el rapero Kódigo, salió en YouTube en noviembre de 2018. Hoy tiene 12 millones y medio de reproducciones.
Probablemente no lo sabía. Pero con las Freestyle Sessions, Bizarrap empezó a construir el formato que en un par de años lo convertiría en una figura central en la escena musical global. Las sessions cruzaban la estética de los streamers porque, desde su habitación-estudio, Bizarrap mostraba su talento como productor convocando a artistas que rapeaban sobre sus beats mientras él, de espaldas, dirigía todo desde su computadora. Hizo ocho: la de Kódigo, y después las de Lit Killah, Sony, Acru, Ecko, Trueno, Dani Ribba y Aczino.
En febrero de 2019 volvió a cambiar e inauguró las Bzrp Music Sessions con el trapero argentino Bhavi. El formato de video se mantenía. Pero ahora subía canciones inéditas con artistas. “Las Music Sessions, a diferencia de las Freestyle Sessions, son canciones inéditas grabadas en un one shot. Pa q no se confundan bebetos”, posteó Bizarrap en su cuenta de Twitter –hoy X–, el 8 de febrero de ese año. Empezaba a cimentar su faceta de productor y compositor. Pronto su carrera musical iba a explotar.
Hay un hueco
No mucho tiempo atrás, las señales no parecían tan claras. “Para mi familia y mis amigos, yo era un delirante”, dice. Bizarrap quería ser el DJ y productor más grande de todos. “Estaba totalmente convencido”, dice. “Necesitás la convicción. Fíjate que a todas las personas a las que le va bien es porque están convencidas”. El problema es que no había nada tangible que indicara que eso iba a pasar, más allá de su propio entusiasmo. En determinado momento, su padre le dijo: “Hay mil personas queriendo hacer lo mismo que vos”.
Lo que su padre no veía y él sí, era que “había un hueco”. “No podía ser que al trap le estuviera yendo tan bien en España, en Estados Unidos, en México, y que de Argentina, donde para mí había un nivel impresionante, todavía no salían artistas a nivel mundial”, dice. Hasta que apareció Duki, a quien le acreditan haber popularizado el trap en Argentina y Sudamérica, y quien, para Bizarrap, fue la punta de lanza que junto a otros como Paulo Londra y Cazzu abrieron el camino. “Yo estaba seguro de que iba pasar. Lo veía en las plazas, en las competencias de rap. No podía no pasar.”
En ese limbo, después de terminar el secundario y antes de que su carrera finalmente despegase, Bizarrap hizo un test vocacional y le recomendaron estudiar Marketing. Empezó en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y, casi al mismo tiempo, consiguió trabajo en la discográfica Warner Music. “Fue tremendo porque conseguí trabajo y encima en algo relacionado a la música”. Bizarrap ya tenía cerca de un millón de suscriptores en su canal de YouTube y llevaba las tres cosas: carrera, trabajo y estudio. “Estudiar me sirvió un montón y aprendí muchos conocimientos que me ayudaron al principio de mi carrera. Por eso a la gente que dice que no es necesario estudiar, yo le digo que eso que dicen es una pelotudez. Estudiar es importantísimo.” Pero cuando su carrera musical entró en el carril de alta velocidad, Bizarrap tuvo que dejar la facultad. Y también su trabajo en Warner. “La verdad es que me hubiera encantado terminar la carrera, me quedó una espina”, dice. “Quizás en algún momento pueda recibirme.”
Yo lo viví
Bizarrap también tiene una mirada positiva sobre su breve paso como empleado en la industria discográfica. “Yo leía contratos, y cuando más tarde me llegó la hora de firmar el mío como artista, sabía más o menos qué podía exigir en mi posición”, dice. “Me di cuenta de que nadie me podía chamuyar, ni decirme: esto es así o asá, porque yo lo viví, trabajé ahí adentro. Hay veces que la gente de las discográficas dice una cosa y en realidad es otra. Y hay artistas que por ahí no saben”.
Al final, todo se empezó a encarrilar cuando, de a una, Bizarrap fue lanzando sus Music Sessions con artistas como Paco Amoroso, Nicki Nicole, Ca7riel, Trueno, Louta, Cazzu, Khea. Y al mismo tiempo que él crecía, ayudaba a que crezcan –y en varios casos prácticamente lanzaba– las carreras de algunos de los artistas más grandes de la escena actual de la música.
Desde entonces, la lista de nombres que participaron en las Music Sessions de Bizarrap es colosal, con figuras de la talla de Nathy Peluso, Eladio Carrión, Anuel AA, Residente, Nicky Jam, Villano Antillano, Duki, Arcángel, Rauw Alejandro, Milo J, o Peso Pluma.
¿Quién es un genio para ti?
Charly García es un genio. Daniel Melero es un genio para mí. No tuve posibilidad de conocerlo aún. Cerati era un genio. Y Gardel era un genio total. Recién ahora lo aprendí a eso. El último año me empecé a juntar con Ariel Ardid –el cantante argentino de tango–, con quien hicimos una presentación juntos en los Grammys, y me enseñó un montón de Gardel. Era un adelantado a la época y un genio no solo como cantor sino como marketinero también.
Con todo lo que lograste seguramente hay gente que te dice “genio” a ti. ¿Qué piensas de eso?
Bueno no sé, cada uno tiene su percepción sobre qué es ser un genio. Yo simplemente hago lo que me gusta hacer de la manera que me gusta hacerlo. Si para alguien, más que un genio, le puedo parecer una inspiración, eso me importa más. Me conmueve cuando alguien me agarra y me dice: “Che, me inspiras a hacer mi música, a armar mi propio proyecto”. Es un poco lo que yo quiero darle a los chicos y chicas que tienen un proyecto en mente, un sueño, y que capaz lo tienen muy complicado.
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