En Pedro Rodríguez, la estatura baja no impide que brille un talento colosal.

El mundo del automovilismo despertó de su letargo estival un día como hoy, en 1971, cuando la noticia de la muerte de Pedro Rodríguez llegó a los medios.

En un fin de semana de ocio entre los Grandes Premios de Francia y Gran Bretaña, Pedro Rodríguez, de BRM, había elegido competir en un evento deportivo de Interseries menor en Norisring, sólo por el placer de hacerlo.

Mientras luchaba por el liderato a bordo de un Ferrari 512M de Herbert Muller Racing, Rodríguez fue empujado contra la pared por un coche más lento, con consecuencias devastadoras. El Ferrari estalló en llamas y Rodríguez pereció en el incendio.

El mexicano de 31 años era un hombre pequeño, pero con un talento enorme.

El historial de Rodríguez, dos veces ganador de Grandes Premios, en la F1 ocultaba una genialidad que, por lo demás, demostró en las carreras de coches deportivos, cuando maltrató a los poderosos Gulf-Porsche 917 de John Wyer.

La muerte de Pedro en 1971 se produjo nueve años después del trágico fallecimiento de su hermano menor y veloz Ricardo en el Gran Premio de México de 1962.

No había duda de que estos dos jóvenes tenían genes de velocidad.

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